Something stupid
Arrojo su cuerpo sobre las sabanas limpias, frías y albas y se preguntó, mientras encendía el televisor, “¿cual es la razón de tu ausencia?”, luego los canales comenzaron a llover frente a su inexpresivo rostro. La habitación era de color blanco, y en la pared que estaba delante de si, colgaba un cuadro de perros jugando cartas. Leyó la tarjeta de bienvenida con un dejo de incredulidad, pensando en quien habría escrito esa escueta nota, luego la hizo trizas, lanzándola al aire esperando que la brisa la esparciera por todo el lugar.
Su reloj daban las 10 de la mañana de un día sin número, en una ciudad sin nombre ni espacio. Repaso en su mente lo que debía hacer durante el día, y de pronto no tuvo ganas de hacer nada. Se escondió debajo del cobertor y comenzó a jugar con el portátil sensorial que llevaba siempre consigo. Era un juego antiguo, de aquellos que no simulaban realidad. De un momento a otro, una voz sugirió contestar la llamada entrante, pero Julio se hizo el desentendido, descubrió su rostro y colocó un disco de Frank Sinatra dirigiendose al minibar que estaba junto a la tornamesa. Tomo dos botellitas de wisky, jugo de naranja y un par de hielos. Se sirvió mirando por la ventana preguntándose : “¿donde andarás?.
Afuera, miles de rostros sin nombre, sumergidos en una vorágine inexplicable, pero interesante. Nuevamente la voz sugirió responder la llamada, esta vez Julio aceptó.
- ¿Qué cresta te pasa?, te estamos esperando hace media hora en el lobby- la voz de una mujer joven se escuchaba del otro lado. Sonaba molesta, pero preocupada.
- Nada, nada. Sólo tomaba una ducha, bajo enseguida.- respondió con voz pausada.
- Te sientes bien, porque puedo cancelar la reunión si tu quieres.-lo dijo esperando una respuesta negativa.
- No, si ya voy. Es que estoy algo fatigado con tanto viaje, pero después de la ducha me siento mejor.- esta vez procuro impregnar una cuota de empatía en sus palabras.
- Ok, no te olvides de traer el portátil.
- Ok.- y corto. Se llevo las manos a la cara, esperando terminar de una vez con esas preguntas que lo asechaban a cada momento.
Camino al baño y mientras miraba su cara en el espejo, lleno el lavamanos y sumergió su rostro en el agua. Después de un rato grito su nombre. Era un alarido mudo, que nadie escucho. Luego miró su reflejo. Las gotas caían simulando lágrimas, o tal vez se confundían con ellas. De fondo Frank Sinatra entregaba respuestas junto a su hija Nancy. Julio escucho “Something Stupid” mientras bebía lo que quedaba en el vaso.
En el exterior, la lluvia había cesado, y estaba presto a salir el sol. Era como si de alguna forma todo se calmara, y continuaba su curso habitual. Se arreglo el pelo, la corbata, el traje azul, tomo su cosas y salió. Mientras avanzaba al ascensor, se dijo para sí: “ espero que el tiempo cure las heridas”. Pulso el botón, y una nueva interrogante surgió “¿cómo era el tono de su voz?”. Las puertas se abrieron y se respondió en voz baja “creo que ya la olvide”. Julio apretó el numero 1 y las puertas se cerraron de una vez.
Arrojo su cuerpo sobre las sabanas limpias, frías y albas y se preguntó, mientras encendía el televisor, “¿cual es la razón de tu ausencia?”, luego los canales comenzaron a llover frente a su inexpresivo rostro. La habitación era de color blanco, y en la pared que estaba delante de si, colgaba un cuadro de perros jugando cartas. Leyó la tarjeta de bienvenida con un dejo de incredulidad, pensando en quien habría escrito esa escueta nota, luego la hizo trizas, lanzándola al aire esperando que la brisa la esparciera por todo el lugar.
Su reloj daban las 10 de la mañana de un día sin número, en una ciudad sin nombre ni espacio. Repaso en su mente lo que debía hacer durante el día, y de pronto no tuvo ganas de hacer nada. Se escondió debajo del cobertor y comenzó a jugar con el portátil sensorial que llevaba siempre consigo. Era un juego antiguo, de aquellos que no simulaban realidad. De un momento a otro, una voz sugirió contestar la llamada entrante, pero Julio se hizo el desentendido, descubrió su rostro y colocó un disco de Frank Sinatra dirigiendose al minibar que estaba junto a la tornamesa. Tomo dos botellitas de wisky, jugo de naranja y un par de hielos. Se sirvió mirando por la ventana preguntándose : “¿donde andarás?.
Afuera, miles de rostros sin nombre, sumergidos en una vorágine inexplicable, pero interesante. Nuevamente la voz sugirió responder la llamada, esta vez Julio aceptó.
- ¿Qué cresta te pasa?, te estamos esperando hace media hora en el lobby- la voz de una mujer joven se escuchaba del otro lado. Sonaba molesta, pero preocupada.
- Nada, nada. Sólo tomaba una ducha, bajo enseguida.- respondió con voz pausada.
- Te sientes bien, porque puedo cancelar la reunión si tu quieres.-lo dijo esperando una respuesta negativa.
- No, si ya voy. Es que estoy algo fatigado con tanto viaje, pero después de la ducha me siento mejor.- esta vez procuro impregnar una cuota de empatía en sus palabras.
- Ok, no te olvides de traer el portátil.
- Ok.- y corto. Se llevo las manos a la cara, esperando terminar de una vez con esas preguntas que lo asechaban a cada momento.
Camino al baño y mientras miraba su cara en el espejo, lleno el lavamanos y sumergió su rostro en el agua. Después de un rato grito su nombre. Era un alarido mudo, que nadie escucho. Luego miró su reflejo. Las gotas caían simulando lágrimas, o tal vez se confundían con ellas. De fondo Frank Sinatra entregaba respuestas junto a su hija Nancy. Julio escucho “Something Stupid” mientras bebía lo que quedaba en el vaso.
En el exterior, la lluvia había cesado, y estaba presto a salir el sol. Era como si de alguna forma todo se calmara, y continuaba su curso habitual. Se arreglo el pelo, la corbata, el traje azul, tomo su cosas y salió. Mientras avanzaba al ascensor, se dijo para sí: “ espero que el tiempo cure las heridas”. Pulso el botón, y una nueva interrogante surgió “¿cómo era el tono de su voz?”. Las puertas se abrieron y se respondió en voz baja “creo que ya la olvide”. Julio apretó el numero 1 y las puertas se cerraron de una vez.
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