Taxi
Sentado, esperando que a mi lado no se siente nadie, el reloj avanza lento. La pantalla muestra noticias antiguas. No me queda más tiempo que el que tengo en mis oídos. Frank Sinatra canta en el fondo de la copa de la que todos bebemos, mientras el vuelo se retrasa más.
Repaso una vez más lo que le diré cuando se pare frente a mi. Debo sonar sincero, frió y amigable, que trío más disociado. Nuevamente bebo y miro a la chica que baila, en la maquina de juegos. La canción me parece conocida, y me recuerda todo lo antiguo que puedo llegar a ser.
Finalmente los pasajeros comienzan a hacer su entrada por la puerta. Yo estoy parado con un cartel que dice el nombre de la empresa donde ella trabaja. Tal vez no se acuerda de mi. Bueno, si yo fuera ella tampoco me recordaría de mi exactamente.
Viste de blanco y sus ojos sonríen al caminar. Sus maletas, en una caótica coreografía, avanzan en el carrito, que se desprende de su mano delicada.
- Hola- es lo único que atino a decir cuando se para ante mi. No podría ser más patético.
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